Quirón







Quirón,
representa al animal sabio, el poder natural que por su propia voluntad ha escogido servir a la evolución y a la conciencia humanas, más que permanecer ciegamente sujeto a las compulsiones instintivas del reino animal. Como el "animal que ayuda" de los cuentos de hadas, Quirón vuelve su espalda al salvajismo de su naturaleza instintiva para servir al modelo evolutivo, el cual considera es el camino a seguir para la totalidad de la vida. Pero Quirón está en el lugar y momento equivocados. Es atrapado entre Hércules, el héroe solar que personifica la fuerza del ego humano, y los salvajes e indómitos Centauros a quienes Quirón mismo ha dejado atrás. Quirón no toma partido durante la encarnizada batalla, pues él simpatiza con los dos. Quizá, por este rol mediador, que lo ha privado de su agresión natural, es accidentalmente herido por una flecha envenenada apuntada a otro Centauro; y la herida no sana, no importa cuál sea el método curativo que le aplique. Finalmente se retira a su caverna, aullando de angustia, rogando morir. Zeus y Prometeo se apiadan de él y le conceden la gracia de la mortalidad, permitiéndole morir en paz como cualquier mortal, a pesar de haber sido un dios. Este terrible relato implica una condición de injusticia en la vida que es dura de aceptar para cualquiera, y quizá aún más para los individuos idealistas involucrados en estudios tales como la astrología. Queremos creer que la vida es justa, que la bondad es premiada y la vileza castigada, por lo menos en alguna otra encarnación si no lo es en ésta. Aquí hay una criatura buena que sufre por una falta que no le pertenece, una víctima de la inevitable batalla entre la evolución y la inercia, entre la conciencia y el instinto ciego. Quirón es una imagen de aquello que ha sido herido en nosotros injustamente por la vida, y por condiciones ineludibles que reflejan frustraciones e imperfecciones en la psiquis colectiva que es infaliblemente tosca en sus esfuerzos por progresar. A raíz de que los seres humanos somos tanto héroes solares como animales salvajes, y de que nuestros esfuerzos por civilizarnos a nosotros mismos produjeron, a lo largo de la historia, resultados desastrosos, tenemos un legado de dolor infligido injustamente, que repercute a través de generaciones.  Semejante choque con las inevitables imperfecciones de lo colectivo pueden dejarnos llenos de amargura y cinismo.

Podemos castigar a otros porque nos sentimos mutilados, heridos e irredimibles. O podemos castigarnos a nosotros mismos. Pero si logramos avanzar más allá de la negra bilis de la amargura, y si somos lo suficientemente persistentes en la búsqueda de respuestas, podemos por cierto, hallar una respuesta; aún si la respuesta es que no hay respuesta, y que debemos aceptar los límites de la existencia mortal. La aceptación es uno de los regalos de Quirón, y es diferente a la resignación autocompasiva.     
Liz Greene : Astróloga


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